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Inteligencia emocional, herramienta de productividad

Normalmente relacionamos la inteligencia con capacidades como el razonamiento, el coeficiente intelectual, la comprensión y la capacidad de análisis. Sin embargo, en las organizaciones se viene posicionando una línea denominada “inteligencia emocional”, que define nuestras conductas a la hora de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.

Dicha inteligencia implica desarrollar habilidades y destrezas tendientes al control de las emociones y de las reacciones ante determinados eventos. Las diferentes herramientas y conceptos acerca de la IE se han dado a conocer a través de los cómics, programas educativos, juguetes que contribuyen a su desarrollo o anuncios clasificados en diferentes medios de comunicación.  Al respecto, organizaciones como la UNESCO incluyeron en sus iniciativas mundiales en el 2002, una declaración con los principios básicos para poner en marcha programas de aprendizaje social y emocional.

Las organizaciones no han sido ajenas a esta tendencia y han visto en la inteligencia emocional una herramienta imprescindible para entender conceptos como la productividad laboral de los colaboradores, el cumplimiento de metas,  el liderazgo organizacional  y hasta en  la prevención de pérdidas corporativas. Es así como la Harvard Business Review ha calificado a la inteligencia emocional como un concepto revolucionario, una noción arrolladora, una de las ideas más influyentes de la década en el mundo empresarial. Revelando  que hoy día  los colaboradores son contratados por su capacidad intelectual y su experiencia comercial y despedidos por su falta de inteligencia emocional.

Pero vale la pena decir que las habilidades emocionales no sólo nos clasifican como humanos, sino que también constituyen una línea base para el desarrollo de otras competencias que suelen ser asociadas a la inteligencia, como la toma de decisiones racionales. Uno de los críticos más contundentes con el modelo tradicional de concebir la inteligencia es Howard Gardner quien ha dicho que en la vida cotidiana no existe nada más importante que la inteligencia intrapersonal, ya que a falta de ella, no atinaremos en la elección de la pareja con quien vamos a contraer matrimonio, en la elección del puesto de trabajo, etcétera.

Los nuevos desafíos de las organizaciones a la hora de seleccionar sus colaboradores, implica que deban incluir pautas que no solo busquen empleados preparados y con experiencia, sino también competencias asertivas y relacionales con su entorno y su ambiente laboral.  Es de anotar que este criterio se aplica cada vez más en organizaciones de alto nivel para decidir quién será contratado y quien no, a quien se retiene y a quien se deja ir y a quien se asciende. Goleman, afirma que a la hora de seleccionar colaboradores se da por sentado que tenemos suficiente capacidad intelectual y preparación técnica para desempeñarnos en el empleo si tenemos determinados conocimientos y experiencia, no obstante, podríamos no tener la suficiente iniciativa, empatía, adaptabilidad y don de persuasión, cualidades personales muy importantes para la influencia que ejerceremos en el medio laboral, pues la efectividad en el trabajo depende más de la manera en que se relacionan las personas, que de los talentos individuales.

Vale la pena decir entonces que la inteligencia emocional no significa simplemente ser simpático, chistoso u amistoso, por el contrario en algunos momentos puede pretender enfrentar sin rodeos a alguien para hacerle ver un error, pero tampoco significa la expresión libre de los sentimientos cayendo en el irrespeto, por el contrario lo que representa es el manejo de los sentimientos de tal modo que sean expresados de forma adecuada y efectiva, logrando que los colaboradores desarrollen sus competencias sin roces y en busca de un meta común para la organización.

Las organizaciones valoran cada vez más tener dentro de sus equipos de trabajo personal afable e inteligente emocionalmente, colaboradores que se caracterizan por controlar sus emociones, están motivados y entusiastas a la hora de trabajar en equipo, tomar la iniciativa e influir en los estados anímicos de sus compañeros, pues son empleados que aportaran de manera directa al desarrollo y progreso de la empresa.

Es cierto que existen personas que tienen la facultad de ser inteligentes emocionalmente sin que nadie les haya enseñado a desarrollarla, pero es importante decir que la IE puede desarrollarse a través de metodologías y herramientas de entrenamiento específicas como el Coaching.

Por lo tanto, es claro que el paso de los años logra configurar nuestro temperamento y manejo de nuestras emociones como un acto natural del desarrollo del ser humano, pero ni ese acto innato, ni la influencia de las experiencias de la infancia logran ser determinantes e inalterables a la hora de definir nuestro destino emocional. El camino para el aprendizaje de la inteligencia emocional está abierto y es por eso que las organizaciones y los profesionales que deseen ser exitosos en el mercado laboral que caracteriza al mundo contemporáneo, deben ser conscientes de sus emociones y manejarlas con inteligencia.